jueves, 15 de enero de 2009
Feliz Cumpleaños hombre
Mi cabeza cae hacia atrás.
Últimamente he estado observando más de lo normal y eso ha traído consigo un pensamiento que punza y me aqueja.
Se ve como las manos aprietan el pasamanos cromado. No se preocupan tanto por si se sueltan, ya que están seguras o se sienten seguras. Todas se ven con las mismas posibilidades, todas pueden no –caerse, todas están cuidaditas.
Siempre existe la eterna súbdita.
Ahora una de las manos tambalea, pues el carro transita sobre cráteres y esto hace que apriete más. Miro a las otras parecen estar muy cómodas y confiadas. Las analizo mejor y me doy cuenta que no tienen miedo, por lo menos no uno aparente, y solo pasan el rato. Pueden sujetarse sin ningún esfuerzo. No pasa lo mismo con la otra mano, ella lucha cada segundo por no resbalar, ella tiene más corazón y es mas sensible, más creativa e inteligente. No veo por qué no puede idear un plan y hacer que su estancia sea mas placentera. Cada vez que el carro avanza ella cae un poco más. Las otras se mueven y se acomodan, una que otra hasta se suelta y vuelve a su lugar. Ya va a caer. De pronto las otras tambalean, pero ella ya esta muy abajo. Solo falta una curva más, el carro va a cruzarla y la mano se sostiene solo de su sombra.
domingo, 4 de enero de 2009
El sexo del cocodrilo verde
Si tomo, por la fuerza, Frecuencia latina o si pego una carta en todas las universidades, colegios, institutos, nidos, farmacias, bares, baños públicos, La Arequipa, Barranco, Santa Anita,…donde anuncie que Bayly va morir saldríamos con nuestros cuadernos de apuntes y contabilizaríamos cuantos pequeños agnósticos salen a las calles a orinar o cuantos otros van, sin mirar atrás, al hospital del niño. Pondríamos en práctica nuestros deseos de erradicación y de patadas y nos sentaríamos a esperar los resultados. Apuntaríamos en el cuaderno cuantos caen en combate y cuantos ya no escriben ni leen. Seguiríamos observando y haríamos una raya en el cuaderno separaríamos con esta a los que ya no se drogan (o se drogan más) de los que son bisexuales o ya no lo son. Seguiríamos carcajeándonos con la pelea y soltando lagrimas porque un estomago no puede con tanto contraste. Esto no acabaría, sería una orgía total y el placer que emanaría nos haría crepitar. De repente todo esto nos inspiraría y correríamos a las librerías (con carta en mano) y la pegaríamos hasta en la frente de la cajera. La inspiración seguiría y nos moveríamos como un aquelarre. Llegaríamos hasta un hospicio de ancianos de donde sacaríamos refuerzos. Les entregaríamos la carta y estarían armados y listos para lo que venga, pues los pequeños se han multiplicado y ya no orinan ni van al hospital ahora sacan un pañuelo y luchan.
¡Nos superaron! Ahora uno es dos y ya no podemos sentarnos y carcajearnos. Con nuestras últimas cartas correríamos y tomaríamos una imprenta, nos impedirían avanzar, pero los reduciríamos. Forjaríamos balas y armas y las llevaríamos hacia Quinuapata. Ya no seríamos cinco, sino quinientos. Llegaríamos y veríamos a nuestras fuerzas a punto de colapsar, pero con los ayacuchanos seriamos invencibles. Lanzaríamos nuestras balas de plata y en dos horas acabaríamos con todos. Luego dormiríamos.
De mañana un huanteño, un poco sabio, seguía inspirado. Nos propuso su idea y lo seguimos.
A las cinco de la tarde de un martes entramos en la casa de Jaime Bayly, lo atamos a la cama y le lanzamos una bala de plata. Creo que también fue violado, no lo sé, pues solo le pegue una carta en la frente y me fui.
¡Nos superaron! Ahora uno es dos y ya no podemos sentarnos y carcajearnos. Con nuestras últimas cartas correríamos y tomaríamos una imprenta, nos impedirían avanzar, pero los reduciríamos. Forjaríamos balas y armas y las llevaríamos hacia Quinuapata. Ya no seríamos cinco, sino quinientos. Llegaríamos y veríamos a nuestras fuerzas a punto de colapsar, pero con los ayacuchanos seriamos invencibles. Lanzaríamos nuestras balas de plata y en dos horas acabaríamos con todos. Luego dormiríamos.
De mañana un huanteño, un poco sabio, seguía inspirado. Nos propuso su idea y lo seguimos.
A las cinco de la tarde de un martes entramos en la casa de Jaime Bayly, lo atamos a la cama y le lanzamos una bala de plata. Creo que también fue violado, no lo sé, pues solo le pegue una carta en la frente y me fui.
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