lunes, 4 de mayo de 2009

Congénito en una cueva

Ser, alegremente, su doctrina. Ser decididamente, su dentadura. Tiernamente, la piel de la yema de sus dedos y los surcos que dejó ese escalpelo que nos cortó la cabeza. Ser la parte podrida, nefasta, la parte que todos han despreciado, la que no prefirió Cándida al leernos Macbeth en el alba y a la que siempre Ariel Insolina escupe.

Después de todo y de mi amargura reducida a dos semanas de duelo y ayuno, Ariel Insolina me pregunta cómo he estado. Yo le respondo que ahora pienso mejor, ya que “la filuda” cumplió, debidamente, sus expectativas, pero siempre hay que pagar un precio y eso a él le remuerde la conciencia.
Después de unos días, en el alba, cuando Cándida estaba preparada para Macbeth, me lo volví a cruzar.
- Ariel Insolina: ¿Cómo te has sentido?
- Leira Anilonsi: Ahora pienso mejor, pero eso a ti te remuerde la conciencia.
- Ariel Insolina: ¿No me quieres decir la verdad? Ya solo te veo en el alba y me esquivas como si se tratase de tu mas terrible pesadilla
- Leira Anilonsi: Debes comprender, Ariel, que el escalpelo a dejado surcos más profundos de los imaginables, que te tocó a ti y no a mí; ahora soy más inteligente.
- Ariel Insolina: ¿Alguna vez podremos compartir las faenas de antes?
- Leira Anilonsi: Compartiremos a Cándida y a Macbeth, ahora me voy.
Ariel Insolina tomó parte primero, yo, que me iba, no me moví, pues esperaba el desenlace. Se me hacía tan raro que ya casi a punto de cruzar el umbral no hiciera nada, hasta que su vanidad lo venció y dio la vuelta, llegó hasta mí y me escupió.
- Leira Anilonsi: Soy más inteligente Ariel Insolina
Él ya no me escuchaba, se había ido. Ariel Insolina ha despertado en mí un sentimiento contradictorio, antes sentía que paseándome me protegía, pues yo no alcanzaba el suelo ni tenia zapatos para enfrentarme a el. Ariel Insolina me escupe, y yo sé que todo lo que hizo fue para estar más cómodo.
Una de las últimas conversaciones que tuve con Ariel Insolina fue en los jardines de Andrade, con una limonada helada al pie de su charco cenagoso.
- Leira Anilonsi: Me han dicho que te estas sintiendo fatigado, esa empresa no debe ser fácil.
- Ariel Insolina: Me estoy volviendo viejo, ya no me acuerdo del código postal y el pelo se me esta poniendo blanco.
- Leira Anilonsi: Te faltó mencionar las arrugas ¿Sabes que tu cicatriz ya esta casi desaparecida?
- Ariel Insolina: ¿Cómo lo sabes? Seguro es por la calvicie que deja verla, siempre tienes que estar agrediéndome.
- Leira Anilonsi: Me colgaré de un árbol y tu existencia estará resuelta, y no me digas que no porque ya no soy un anexo de tu cuerpo, ya dejaste de transportarme. Soy feo y tengo una cicatriz en la cabeza, pero no me han tocado el cerebro, a ti te lo han rebanado.
- Ariel Insolina: Leira Anilonsi, dejaste de ser mi hermano querido. No vuelvas a mirarme a los ojos.
- Leira Anilonsi: Dejé de ser tu hermano cuando preferiste la buena cara a compartirme. Te quedaste con el garbo, pero te han descerebrado, ¡Ahora pienso mejor! ¡Soy más inteligente, soy más inteligente!

En el exilio, Cándida me envió una carta. En esta decía que Ariel Insolina se había suicidado colgándose de un árbol y que sus ultimas palabras fueron: “Muere conmigo la vanidad de un Dios humano y resplandece la sabiduría del nefasto, hijo de mi única madre”.
Ahora mismo, en esta caja de cartón, me pregunto si Ariel Insolina hubiera podido tomar otra decisión. Yo mismo me he respondido y solo me he dicho que nunca más volveré a ser un siamés, pues sociabiliza y yo estoy bien en esta mi caja de cartón.