sábado, 6 de diciembre de 2008

De vez en cuando entra el aire

Ese baño fue un regalo anónimo y casi un milagro abstracto, ya que sin el hubiera dudado del buen rendimiento del lápiz en mi mano. El no detenerme a pensar en la ropa fue la salvación, pues por eso tampoco pensé en la toalla lo que significa que atravesé el camino desnudo. La hazaña, digna de un profeta, fue la de cruzar el corredor frente a una ventana abierta donde se podían ver casas con ventanas también abiertas y dentro de estas niños con sus perros y adolescentes aburridas tratando de ver un rayo de luz. Se que me vieron, la vergüenza es lo de menos. La vergüenza no existe. Me divertí con mi desnudes. Tal vez debería volver a hacerlo.
En el cuarto ya había dejado la ropa sobre la cama, por primera vez planchada. No encontré una toalla y tampoco quería ir a buscarla . Soy exhibicionista, pero no queria mostrarme otra vez, pues aunque me gustó prefiero disfrutar de mi desnudes solo o con un hedonista. Como mi realidad era la primera me eché sobre la cama, boca arriba, y esperé a que el ambiente secara mi cuerpo, ya casi seco, pero aun húmedo. La libertad y la frescura me adormecieron lentamente hasta que finalmente pestañee por ultima vez. Me dormí.

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